Disrupción y aporía: de camino a la educación 4.0

Por X. Martínez Ruiz.

Resumen

Una revolución, como expresión de una crítica (irrupción) y la posibilidad de diversos futuros (disrupción), ofrece en el ámbito de la educación situaciones particulares dentro del quehacer educativo. La llegada de la era de la inteligencia no biológica o llamada super inteligencia, nos cuestiona sobre la educación como reflejo de la sociedad y su papel trasformador de esa sociedad.

De cara al desarrollo de nuestras sociedades, es deber ineludible el pensamiento y uso crítico de la tecnología. Ambos han transformado ya el proceso de enseñanza aprendizaje logrando la democratización a su acceso, como una de sus máximas manifestaciones. Pero esta metamorfosis que experimentan nuestras sociedades ofrece además un espejismo. Bajo el ilusorio panorama que se da con un casi ilimitado acceso a la información y que parece libertado, se fomentan las condiciones para una auto explotación: es un desierto homogéneo en el que todos consumen lo mismo, buscan lo mismo, usan lo mismo etc. Esta homogenización predetermina; y toda predeterminación disipa las posibilidades de la libertad.

Hoy vemos empresas que han tomado la vanguardia en sustituir al hombre por máquinas. La automatización ha venido a revolucionar el empleo y con ello su grado de especificidad. Esta especificidad del trabajo conlleva a replantearse los fines de la educación y por ende el perfil profesional de los estudiantes. Sin embargo, la implementación de una fábrica o industria “inteligente” encuentra frontera cuando vemos las realidades de nuestros países donde el nivel salarial es bajo. La construcción de equidad es una condición disruptiva cuya batalla se libera en las esferas educativas. Es ahí donde deben construirse los mecanismos para la equidad. En la desigualdad de nuestras sociedades, la educación cobra un nuevo sentido: el ser esperanza y respuesta en el desarrollo de esos mecanismos para la equidad.

El camino de la educación 4.0  es muy claro: una revolución que exige un sistema de valores, una ética digital, y un humanismo que se enfrente y se contraponga a esa auto explotación que se genera con el uso acrítico de la tecnología y una interconectividad ubicua, en donde el hombre se vuelve instrumento de sus instrumentos, instrumento de sus propios desarrollos, los que en principio eran medios y no fines pero que la tendencia es ahora a la inversa. Por todo ello es que la actual revolución es, o debe ser, además de industrial, histórica, cultural, social, de innovación y disrupción. Pero nada está aún perdido. La tecnología puede volver a ayudar al ser humano en su justo plano, pero para ello una de las posibilidades estaría en la educación humanista por alcanzar.

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